01/10/2019
¿Serán los robots los escritores del futuro?
Por Andy Ramos Gil de la Haza,
abogado en Pérez-Llorca.
Las primeras películas de ciencia ficción vislumbraban casi siempre un futuro distópico, en ocasiones apocalíptico, en el que las máquinas se habían apoderado de la voluntad propia del ser humano, el cual o estaba sometido a los robots o luchaba contra ellos. Mientras que pocas obras cinematográficas trataban con profundidad la Tercera Revolución Industrial, la de las Tecnologías de la Información y la Comunicación, siempre nos ha fascinado predecir cómo interactuaremos con las máquinas y si se producirá una batalla (física e intelectual) entre humanos y sistemas autónomos inteligentes.
Esta lucha entre hombre y máquina, de alguna forma, ya se está produciendo. Associated Press lleva ya algunos años utilizando tecnología para redactar de manera automática noticias de contenido económico, transformando datos empresariales en artículos periodísticos gracias a motores de lenguaje natural. Además, recientemente se estrenó en Melbourne la obra teatral Lifestyle of the Richard and Family, para la cual su autora, Roslyn Helper, utilizó un programa informático con inteligencia artificial, que le asistió durante el proceso creativo.
Los sistemas más o menos inteligentes, capaces de generar contenido artístico, ya están entre nosotros, y la pregunta que nos hacemos es lógica ¿quiénes son los titulares de derechos de los artículos, cuadros u obras teatrales hechas por las máquinas? La Ley de Propiedad Intelectual española es clara en este sentido, ya que establece que solo pueden ser autores las personas naturales que crean una obra, excluyendo de tal posibilidad a, por ejemplo, los animales, las personas jurídicas o las máquinas.
¿Qué ocurrirá, entonces, en el futuro, cuando muchas obras estén hechas por sistemas inteligentes? Los juristas llevamos ya algunos años discutiendo cómo debería cambiar la Propiedad Intelectual para adaptarse a este nuevo entorno, cada vez más inminente, ya que, en la actualidad, esas obras creadas por máquinas simplemente no están protegidas y cualquiera podría explotarlas. Además, esta cuestión tiene un gran impacto económico en obras como los programas informáticos, que si son creados automáticamente por generadores de código (algo relativamente habitual), el resultado podría no estar protegido.
Algunos países, como el Reino Unido o Japón, ya han atajado esta cuestión, incluyendo en sus leyes de derechos de autor disposiciones que establecen que, en el caso de obras literarias, dramáticas, musicales o artísticas generadas por ordenador, el autor será la persona que realiza los arreglos y dispone los medios necesarios para la creación de la obra. Esta solución resuelve de manera simplista esta cuestión, porque no siempre detrás de una obra sintética hay una persona, sino que hay multitud de centros de investigación, equipos multidisciplinares e, incluso, colaboración con empresas privadas.
En 2005, un grupo de investigadores del Massachussets Institute of Technology consiguió que aceptasen el trabajo Rooter: A Methodology for the Typical Unification of Access Points and Redundancy en el WMSCI (World Multiconference on Systemics, Cybernetics and Informatics). Lo significativo es que el artículo lo había generado automáticamente un sistema (en apariencia) inteligente. En realidad, el trabajo no tenía coherencia alguna y justamente lo que pretendía destacar los autores era el escaso rigor de muchos eventos científicos, más que las posibilidades de la inteligencia artificial.
Parece que la tecnología sin el ser humano no es capaz de crear obras complejas con un mínimo de sentido, por lo que debemos verla como una herramienta fundamental para los creadores del futuro. Al igual que actualmente tenemos buscadores de internet para localizar en menos tiempo referencias para hacer, por ejemplo, artículos como este, dentro de poco los escritores acudirán a sistemas inteligentes para ayudarles a documentarse, a trazar las tramas de una novela o para superar el síndrome de la hoja en blanco. Un sistema inteligente podrá imitar o simular un proceso creativo, pero difícilmente será capaz de, de manera compleja, crear una obra extensa que consiga emocionar y transmitir sentimientos.
Por eso, debemos ver a la inteligencia artificial como una buena aliada para la cultura y la creatividad, ya que puede asistir a los autores a crear mejores obras en menor tiempo, que luego podrán ser disfrutadas por todos de forma ubicua gracias a la propia tecnología. No en vano, estamos en la mejor época de la historia para acceder y dejarnos conmover por las obras culturales.
© de la fotografía: Gonzalo Hohr.
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