Una lectura pandémica del cuento de la cigarra y la hormiga

13/04/2021

Una lectura pandémica del cuento de la cigarra y la hormiga

Por Nuria Barrios,
escritora.


Ha pasado un año desde que la pandemia se instaló entre nosotros, sobre nosotros. Bajo su imperio, todo cambió. Todo ha cambiado. La vida se ha vuelto más precaria; la muerte, más cercana. El temor a ser infectado o a infectar a las personas que amamos ha impuesto una distancia hasta ahora desconocida. 

Desde hace un año, ocultamos tres cuartas partes de nuestro rostro cuando nos encontramos en público. La mascarilla es, al mismo tiempo, una herramienta de protección y una muestra de duelo. Nos recuerda que somos mortales, nos recuerda que estamos en peligro, nos recuerda que estamos solos.

Somos seres gregarios, pero nacemos y morimos en soledad. Las pantallas, que nos permiten ver y hablar con los demás, son otra máscara: nos mantienen a distancia, pero debilitan la realidad. La vida, desde hace un año, posee una apariencia febril. Nuestro asombro inicial por el perturbador poder de la COVID-19 no ha desaparecido.   

 «Ha habido en el mundo tantas pestes como guerras. Y, sin embargo, las pestes y las guerras siempre pillan a la gente por sorpresa», escribe Camus en La peste. Por sorpresa nos pilló esta pandemia. Nadie la imaginaba. Nadie se preparó. El 9 de julio de 2020, el nuevo virus ya había contagiado a 12,07 millones de personas en todo el mundo. El 10 de abril de 2021, el número de infectados supera los 135 millones y los muertos ascienden a casi tres millones.  

 «Todo lo que existe en el universo es fruto del azar y la necesidad», decía Demócrito. Lo aleatorio y la fatalidad son las dos caras de esa moneda que es nuestra existencia. La pandemia es fruto del azar –un virus animal encuentra su camino hacia el hombre tras quién sabe cuántos intentos fallidos durante siglos-, pero su irrupción deviene nuestro destino. Un instante marca una vida, igual que un soplo encierra una tormenta.  

En marzo de 2020 se declaró el Confinamiento en España. En enero, yo había publicado una novela, Todo arde (ed. Alfaguara), el cierre de una trilogía híbrida que había iniciado con un libro de relatos, Ocho centímetros (ed. Páginas de Espuma), y proseguido con un libro de poemas, La luz de la dinamo (ed. Vandalia). En plena promoción llegó el Confinamiento y los actos previstos –festivales, presentaciones, conferencias, encuentros con lectores, ferias del libro…- se aplazaron y finalmente, ante la fulminante propagación del virus, se cancelaron. Viví aquellos casi cien días en estado de shock. Entre el mundo y mi conciencia se instaló la extrañeza y, como si esta fuese un opiáceo, contemplé lo que sucedía sumida en una sensación de estupor.  

Soy escritora. Mi trabajo es escribir y traducir. Mis ingresos provienen de la venta de los libros que escribo y de los libros que traduzco. Mi economía es un frágil castillo de naipes. Yo no he enfermado de COVID, pero mi forma de vida ha enfermado gravemente.

El Confinamiento cerró las librerías y puso fin a la promoción de la novela. El presente se hizo precario y el futuro desapareció en la incertidumbre. Mi caso no es único. Es solo uno más entre la multitud de tragedias sufridas por el colectivo de los creadores. En la UCI de la cultura se llenaron rápidamente todas las camas.  

«Había en la desgracia una parte de abstracción y de irrealidad. Pero cuando la abstracción amenaza con matarte es preciso ocuparse de ella», afirma Camus en La peste. Llegaron las ayudas del Gobierno para rescatar la maltrecha economía española, pero apenas se prestó atención al sector creativo –musical, audiovisual, artístico, literario…-. Solo cinco millones se destinaron al sector del libro, por citar un ejemplo. Un país sin un tejido cultural fuerte es un país democráticamente más débil, socialmente más injusto, individualmente más pobre. Alguno pensará al leerme: «No es la cultura, es la economía, ¡idiota!». Quizá el idiota sea él: el sector cultural da empleo a más de 700.000 personas –un número muy superior al del automóvil- y su aportación al PIB supera el 3 %, además de tener un impacto muy positivo en el sector del turismo. 


¿Por qué entonces ese desinterés hacia el sector cultural?  

La respuesta está en el cuento de la cigarra y la hormiga, un relato que parece sacado de la lectura de Max Weber sobre la mentalidad capitalista. A nosotros, los creadores, se nos identifica con la ociosa cigarra. Nada más lejos de la realidad: nosotros somos las laboriosas hormigas y nuestro trabajo es contemplado, disfrutado y soñado por las cigarras. No hay nada más peligroso que la identificación de la cultura con un hobby, con una mera factoría de productos de entretenimiento y consumo. El acto esencial de cualquier tiranía, de cualquier populismo, es la distorsión de la cultura. Reducirla a propaganda o a objeto de consumo es destruirla. No hay arma más poderosa frente al abuso, el despotismo y la injusticia que la imaginación.  

España ha dado grandísimos creadores, nombres aislados que consiguieron escapar de la tradicional desidia institucional hacia la cultura. Es urgente que esto cambie porque gran parte de los problemas que lastran nuestro país nacen de ese desprecio. ¡Basta ya de barbarie, de ineptitud, de tinieblas! ¿Cuántos creadores se habrán perdido y cuántos se perderán ante la imposibilidad de sobrevivir por falta de ayudas?  

Cuando vuelva la normalidad, lo sucedido se convertirá en anécdota, pero los creadores seremos la memoria de este tiempo. ¿Quiénes mejor que nosotros podrían descifrar el brevísimo mensaje escrito con combinaciones de cuatro letras (carbono, hidrógeno, nitrógeno y oxígeno) en el genoma de la COVID-19? Con esas cuatro letras está escrito el texto que ha matado a casi tres millones de personas desde que se detectó su existencia. En la literatura y en el arte encontraremos la memoria de la herida de esta pandemia. 

Respeten a los creadores. Cuídenlos. Su trabajo es tan esencial como el de los científicos.


© de la imagen: Nuria Barrios.

Ver más comentarios
Gracias por el comentario, su comentario debe ser aprobado primero
Nuevo código

Os invitamos a comentar las entradas de nuestro blog.

Los comentarios están moderados, no aparecen en el blog de forma inmediata.

Se publicarán todos los comentarios salvo los que no tengan que ver con los temas tratados o contengan insultos o descalificaciones.

De acuerdo con lo establecido en la legislación vigente, le informamosque los datos que facilite serán tratados por CEDRO para poder tramitar su comunicación. Sus datos no serán cedidos a terceros, salvo obligación legal.

Usted cuenta con los derechos de acceso, rectificación, supresión, oposición, limitación al tratamiento y portabilidad, respecto de sus datos de carácter personal, así como con la posibilidad de revocar su consentimiento, pudiéndolos ejercitar por escrito a la dirección cedro@cedro.org, donde haga mención a su nombre, apellidos y dirección de correo electrónico. Para más información pinche en la Política de Privacidad.

comment-avatar