Leer es la bomba

18/06/2024

Leer es la bomba

Gemma Lienas, escritora y Premio CEDRO 2024

La expresión “ser la bomba” tal vez pueda no resultar pertinente en un artículo que versa sobre la lectura. Demasiado coloquial, dirá alguien. Y, sin embargo, ese es exactamente el término que me viene a la mente cuando pienso en lo que siento al leer un libro. Me divierto, aprendo, me sumerjo en vidas ajenas, me abstraigo de otras cuestiones nada agradables… en definitiva, lo paso bomba.


Y tiendo a suponer que la mayoría de las personas podrían experimentar ese mismo placer, pero lo cierto es que no deben ser conscientes de ello ya que la lectura no goza actualmente de una gran reputación. El profesorado universitario se lamenta de que la mayoría de su alumnado no es capaz de leer ni entender una novela. ¿Cómo van a poder estudiar materias complejas si carecen de las competencias para seguir una historia? En los centros escolares han dejado atrás la sana costumbre de hacer comprar y leer tres libros de ficción al año. Ahora, quizás se lean, pero lo que es seguro es que no se compran ya que las familias lo consideran un gasto desmesurado. Los libros no son un gasto sino una inversión; eso lo tenían meridianamente claro las familias en los 70s, 80s y 90s, tal vez porque el ascensor social funcionaba y creían que, si su prole se culturalizaba, podría llegar más lejos. Por otro lado, una novela infantil o juvenil sale por 10 o 12 euros, los mismos que una madre o un padre se gastan sin chistar para acallar alguna pataleta infantil. 

¿Qué ha ocurrido en esas dos primeras décadas del siglo XXI para que leer haya dejado de ser algo aspiracional para tanta gente? Desde luego, las series que ofrece la televisión resultan un entretenimiento eficaz y mentalmente menos exigente que la lectura. Y esto, la pereza por cualquier actividad que suponga un esfuerzo no solo intelectual sino de cualquier tipo, parece ser el signo de los tiempos. Nuestra sociedad vive sumida en la inmediatez de la gratificación: “Lo quiero, lo tengo”, decía un eslogan publicitario. La respuesta de un amigo no llega 2 semanas después como ocurría en la España de mis 14 años; ahora un whatsapp que tarde más de un segundo ya parece lento. No hace falta entretenerse pasando rato en la cocina para degustar un guiso delicioso, se encarga y en nada lo tenemos en la mesa. Toda nuestra vida sigue ese ritmo acelerado y de recompensa fácil. 

Por otro lado, la simultaneidad de acciones que proponen las pantallas ha contribuido a fragmentar nuestra atención. A menudo en el televisor, mientras la presentadora cuenta una noticia, junto a ella aparece un diagrama con datos, en una esquina se anuncia el próximo programa y en la base se desliza un teletexto con un suceso de ultimísima hora. Sin contar que mientras estamos en un acto, tomamos fotos, las colgamos en las redes, aprovechamos para echar un vistazo al correo y para contestar un whatsapp. Y a la pérdida de concentración, sumamos la disminución drástica de léxico: en las redes tendemos a usar siempre las mismas pocas palabras. 

La lectura requiere algunas competencias básicas y obvias: ser capaz de descifrar los signos y entender el significado de las frases. Pero no solo eso. También es imprescindible poder mantener fija la atención durante un tiempo prolongado y recordar detalles para, más tarde, relacionarlos con otros que permitan captar el sentido de la historia.  Y poder disfrutar de la lectura reclama también tener la capacidad de posponer el placer. 

En cualquier caso, leer es fundamental no solo para gozar sino también para tener criterio y opinión, para poder realizar otros aprendizajes y resolver muchas de las cuestiones que se nos plantean en la vida, ya que según han demostrado las neurociencias es la actividad más completa para nuestro cerebro. De modo que debemos volver a prestigiar la lectura 

Lo primero será conseguir el amor por los libros. Y para ello, lo mejor será fomentar la biblioteca personal. Sí, volver a exigir la compra de tres novelas en cada curso escolar. 

Luego, deberíamos proponer, para todas las edades, referentes que nos cuenten lo estupendo que es leer. Una actriz con un libro en la mano y la frase “leer es la bomba”. Un médico o una científica conocidos… claro que, para eso, antes deberemos dar de nuevo reconocimiento a programas televisivos con, al menos, una cierta pátina intelectual.  

También se podría estimular a la gente a –e incluso exigir en centros escolares- apagar el móvil una hora (¿media?) al día para dedicarla a la lectura. 

Y por último deberían fomentarse los clubs de lectura, una actividad que no solo mejora los índices de lectura, sino que también sería un remedio excelente para paliar el sentimiento de soledad que acosa a nuestros jóvenes.

© de la imagen: Marc Guallar

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